miércoles, 3 de agosto de 2011

Capítulo 37

Me levanto y voy hacia Rivera

- El plan está funcionando, le he dicho que eres mi guardaespalda para que no sospeche de nada, ¿no te importa, verdad?

- ¡Qué me va a importar! Muy buena ocurrencia, señorita – Hablamos en susurros – Toma las llaves de mi casa. Intenta subirle al piso de arriba a la primera habitación a la derecha, así puedo ir observandoos, en el primer cajon de la mesilla hay una pistola, no te preocupes está descargada y con el seguro para más protección, si necesitas amenaza ahí la tienes, que no se te olvides si la cojes de agarrar solamente lo que tiene la funda.

- Claro, lo tendré en cuenta si veo que se me va un poco de las manos. Vamos, señor guardaespalda – Esto últimos se lo digo con cierta ironía.

Vamos hacia el aparcamiento del casino los tres y llegamos al coche. Rivera abre la puerta de atrás para que entremos y él se sienta en el asiento del conductor. Me da la sensación que ha debido de ser guardaespaldas alguna vez, sabe demasiado sobre eso. Llegamos al chalet, Rivera abre la puerta del coche y entramos en la casa y permanecemos en el salón unos minutos. Aparece la sirvienta de la cocina

- Buenas noches señora, con su permiso me retiro ya.

- Claro Margarita, váyase si quiere a descansar – Me acordé de que Rivera la llamó así el día de la visita de Vabaragio al programa, lo que he notado raro es lo de “señora”, supongo que Rivera habrá entrado por la puerta de atrás y habrá hablado con ella – Subamos arriba – Subimos las escaleras lo más rápido que me permite el vestido, llegamos a la habitación que me dijo Rivera. Apenas me da tiempo a cerrar la puerta cuando me agarra de la cintura y me tira a la cama. Intento levantame, pero me vuelve a empujar, lo vuelvo a intentar, lo consigo. Vasile está echado en la cama mirándome, me agacho y cojo la pistola que me dijo Rivera disimuladamente y me la escondo detrás de la espalda, me siento junto a él y me acerco. Me armo de valor y le arrimo la pistola al cuello. Se queda completamente quieto, sin hacer ni decir nada – ¿De verdad cree que le he traído a esta casa para su gusto? Yo tengo mi propia dignidad – Sigue sin moverse, me mira asustado, nos vamos incorporando poco a poco, la pistola sigue apoyada en su cuello.

- Si me hace algo tengo un montón de gente que irá a por usted, señorita

- Yo no quiero hacerle nada si usted no intenta hacerme nada a mi y si colabora.

- Diga que quiere de mí, dinero quizá.

- Dinero, por suerte no necesito. Quiero que me diga todo lo que sepa de Andrea Vabaragio – Aprieto aún más la pistola en su cuello – Todo.

- Yo no conozco a ese ¿Vabaragio, dice?

- Non ti ingannano (a mi no me vas a engañar). Sabes perfectamente quién es Andrea Vabaragio. Así que ya puedes ir hablándome de él.

- Va bene, parlare (Vale, hablo)

- Inizio (empieza)


Le quito la pistola del cuello y la pongo sobre las mesa.

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