sábado, 6 de agosto de 2011

Capítulo 39

Estamos un rato en silencio, hasta que Rivera se atreve a hablar.

- Sería conveniente que esta noche te quedases aquí, es muy tarde, además ya sabemos como es este tío, es capaz de quedarse aquí toda la noche para ver si sales de casa

- Sí, será mejor.

- Siento el teléfono móvil, es un sms de Dani:

“Patri, m tns preocupdo, dnd stás?, llámam”

Miro el registro de llamadas, 12 llamadas perdidas de Dani. Decido llamar a casa, de todas formas debería llamar para decir que me quedo esta noche. Marco, apenas da un toque y coge el teléfono

- ¿Patri?

- Sí, soy yo
- Menos mal, me tenías preocupado peque
- Lo siento, tenía el móvil en vibración y no lo llevaba encima. Siento haberte preocupado. “Cucha” ya he hecho parte del plan, un italiano menos que interrogar. Estoy en casa de Rivera, se me ha hecho tarde, esta noche me quedo, vale? Mañana en cuanto me levante me voy a casa.
- Vale, ¿y que tal te ha ido?
- Mañana te cuento. Buenas noches cari – Cuelgo. Veo venir a Rivera con una camiseta de manga corta en la mano.
- Toma, pontela si quieres para dormir. Puedes quedarte en la habitación donde estabas con el otro.
- Vale, gracias.

Entro en el cuarto de baño y me cambio de ropa, creo que la camiseta es más grande que el vestido, cuando me la pongo me voy a la habitación.

Me despierto, debe de ser pronto, entra poca luz por la ventana. Voy al cuarto de baño a ponerme el vestido, lavvarme la cara y peinarme. Miro el reloj, las siete y veinte, mejor, así cuando salga hay menos gente por la calle y menos gente me ve. Cuando termino voy al salón, Margarita está ahí, sentada en el sofá; cuando me oye entrar en la sala se pone rápidamente en pie.

- ¿Desea el desayuno, señorita? – Dice con las manos detrás de la espalda.

- No, gracias, ya me voy. ¿y Rivera sigue dormido?

- El señor se fue temprano. Me dejó algo para usted – Mete la mano en el bolsillo del mandil y me da un CD.

- ¿Y este CD? - Encoje los hombros diciendo que no sabe nada y se va a la cocina
Llamo a un taxi y me voy a casa. Llegamos al edificio, pago al taxista y entro en el portal. Mientras subo en el ascensor me quito los zapatos, no quiero molestar a los vecinos. Abro la puerta de casa, entro y veo a Dani sentado en el sofá viendo la tele con el gato en las rodillas, ¿qué ve? Baloncesto, como no. Me siente y se gira.
- Peque, ¡Qué pronto has llegado!
- Tú que pronto te has levantado
- Me interesaba el partido – dice señalando la televisión – ¿Has desayunado ya?
- No, me acabo de levantar ¿y tu?
- Todavía no, me está entrando ganas ahora, tenía pensado en el ratillo del descanso que va a ser en breve.
- Ya lo preparo yo – Me voy a la cocina. Preparo dos zumos y dos vasos de leche y saco las galletas, lo pongo todo en una bandeja y lo llevo al salón. Dani se levanta y viene a la mesa grande, en ese momento empieza el descanso del partido.

Comienzo a desayunar todavía con el vestido puesto y muerta de hambre, el día anterior cené nada y menos. Dani me está mirando.

- ¿Puedes hacerme un favor?

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