miércoles, 13 de julio de 2011

Capitulo 5

Din don. Suena el timbre de la puerta, Dani sigue sin salir de la habitación. Me levanto del sofá para abrir.
- Hola Patri. - Dijo Anna sonriente. - ¿Por qué tanta prisa en hablar conmigo?
- Mejor hablamos fuera. Dani está en casa y es mejor que no nos oiga
- Vale, vamos si quieres a tomar algo y hablamos allí
Al bar, mejor que quedarnos en casa. Tampoco me apetece que el sujeto en cuestión nos oiga hablar de él. Llegamos al bar y yo sigo con mis pensamientos
- ¡Patricia!- vuelvo a la tierra. - ¿Qué quieres para beber?
- Un Nestea, por favor.
- ¿Algo te preocupa, verdad? - Qué sabia es Anna, o simplemente observadora porque, desde luego, se me nota a kilómetros. - Cuenta, cuenta.
- ¿Anna, tu sabes que le pasa a Dani? Bueno, mejor dicho ¿sabes qué me ha regalado Dani por mi cumpleaños?
- Sí, una pulsera. Fui yo a comprarla con él. Me gustaba más otra pero él se empeñó en esa. ¿Te ha gustado?
- Sí, es preciosa, aunque demasiado cara para mí. No se lo que ha costado pero me lo puedo imaginar
- No, no te lo imaginas. Bueno al lío. ¿Qué te pasa?
- No se si sabes que no me gusta que se gasten tanto dinero en mí y se lo dije. La verdad me puse muy pesada preguntándole que si le había costado mucho
- Sus bebidas señoritas. - El camarero, ¿habrá escuchado algo? Espero que no.
El camarero se va y nosotras esperamos un poco mientras damos un sorbo a nuestras bebidas. Silencio, un silencio incómodo
- ¿Y? - pregunta ansiosa Anna, se nota que quiere saber que ha pasado. Es decir, que no sabe nada.
- Que no me ha vuelto a hablar desde entonces
- Hombre, estaba muy ilusionado con el regalo. Lleva todo el día “¿Le gustará?”, “No se que hacer, se lo doy, no se lo doy”. - Anna está imitando a Dani cuando decía estas palabras. - Como no haya sido por eso...
Volvemos a quedarnos en silencio. Observo el bar. Un local normal. Una barra larga en forma de U de madera oscura barnizada hace poco tiempo, por el brillo lo digo, ocupaba una gran zona. Las cuadradas mesas estaban hechas de la misma madera que la barra con cuatro sillas. En las paredes, pintadas de color crema, lucían colgados algunos cuadros con fotos de distintos países. Unas fotos muy bonitas, por cierto, sobre todo las de Francia, Nueva York y la de Grecia. Cuando me doy cuenta ya ha venido el camarero con la cuenta. Ahora toca la típica discusión del “ya pago yo”. Al final cada una pagó lo suyo, como tiene que ser.
- Anna, ¿podrías hacerme un favor?
- Sí, por supuesto
- ¿Puedes hablar mañana, o cuando sea, con Dani?
- Lo iba a hacer de todas formas... así que descuida, lo haré. - Las palabras de Anna me sosiegan, estoy muy nerviosa. Dani es mi compañero de piso y mi mejor amigo y no quiero que estemos mal. - Bueno, me tengo que ir a hacer la cena.
- Adiós Annita, gracias
Anna se va y me quedo sola en la mesa del bar. La mesa en la que estaba antes con Anna y en la que sigo sin moverme, está junto la puerta. ¿Por qué mis extremidades no obedecen la orden del cerebro de moverse? En realidad una parte de mi quiere irse a casa y enfrentarse al problema; la otra dice que me quede un rato más. La puerta se abre detrás de mí, siento el aire que entra, ese aire trae también el olor de la colonia que lleva la persona que pasa. Un momento, ese olor me suena...

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